La verdad de la milanesa es que en los aquelarres femeninos SIEMPRE terminamos hablando de ellos. Siempre, sin excepción, y la que diga lo contrario se engaña a sí misma y a todas sus compañeras de género.
También es cierto que de estas reuniones que tienen “un no sé qué de ancestrales”, se barajan las más retorcidas y oscuras teorías que acaban por llenarnos de sabiduría y escepticismo.
Hace dos días estuve after-officiando con venezolanas. Éramos muchas, estábamos en una mesa que daba a la calle y el cotorreo se escuchaba hasta el lobby del Hostel palermitano de la vuelta.
Sí, hubo coronas, bastantes, con limón. Sí, hubo incontables margaritas de maracuyá. Y sí, sus majestades fueron los sopocientos daikiris de sandía que se multiplicaban como por arte de magia.
Pero a pesar de tanta agua con condimento llegó la luz. El momento álgido de la noche fue cuando una de mis compañeras latinoamericanas me salvó de la ignorancia y resumió, en sólo 3 máximas, lo que toda fémina debería de tener en cuenta al momento de conocer, re-conocer o abandonar a todos esos especimenes complicados que se cruzan en nuestra vida
“DILE NO A LAS ÍES:
INSOLVENCIA
INMADUREZ…
..IMPOTENCIA”
Y así fue como encontré mi grito de guerra
