Los últimos días estuve tratando de vencer este tabú auto impuesto con respecto a los tatuajes. Me estoy esforzando eh, pero lo que es de por sí inquietante (y no me refiero al pinche y pinche permanente de la agujita tenebrosa) es enterarme de que, para obtener exactamente la sirena que yo quiero, tengo que hipotecar la mitad de mi espalda. La mitad.
En fin, convencida de que no hay chance de ser una viejita cool octogenaria con una sirena deforme “in the lower back” seguí buscando las mil y una colas de pescado, abandoné lo estrambótico y me fui inclinando a los “girly girl tattoos”. Lo que encontré completó mi corazón por el resto de la semana:
La viejita me llenó de actitud hasta que me di la trompa de frente con estos otros tatuajes...
Y tuve que rescatarme.
La mitad de la espalda no se negocia.
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